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No importa la situación que estés atravesando, Dios hará un camino donde parece que no hay…
Hoy mi hijo Aaric trajo a casa su libro de dictado. Había conseguido una estrella roja con un “bien hecho”. Esto podría parecer algo sencillo para un niño de preescolar, pero para nosotros es un logro para celebrar.
La primera semana de escuela recibí un citatorio de su profesor; mi esposo y yo estábamos preocupados por este llamado. Mientras trataba de explicar las habilidades de comunicación de mi hijo (o la falta de ellas) a su maestro; recuerdo haberle confesado que mientras cuidaba de su hermana mayor que tiene necesidades especiales, había caído en un patrón de hacer cosas sin que me las pidieran. Como ella no podía pronunciar ninguna palabra, yo debía de adivinar que necesitaba. Y este mismo método fue usado en Aaric durante sus primeros días.
Incluso antes de que él pidiera agua, ya se la había dado. Nosotros teníamos un vínculo que no necesitaba palabras, un lenguaje de amor… o eso pensaba. ¡Qué equivocada estaba!
No mucho tiempo después, cuando Abraham, su hermano menor tenía 3 meses de edad, nuevamente tuve que tomar ese difícil camino para ver al Consejero Escolar. Esta vez era debido a las deficientes habilidades de escritura de Aaric. Su querida maestra entró en pánico cuando vio que tiró el lápiz y cruzaba sus manos mientras decía: “no quiero escribir”; también nos preocupaba esto. Su hermana pequeña Aksha era una experta en hacer garabatos a los dos años, pero Aaric ni siquiera sostenía el lápiz; simplemente no le gustaba.
Después de recibir recomendaciones del Consejero fui con el Director, quién sugirió que realizáramos una exhaustiva evaluación en caso de que sus habilidades de comunicación continuaran deficientes; ni siquiera podía pensar en eso entonces. Para nosotros él fue un milagro, después de lo que pasamos en nuestro primer embarazo y después de tres abortos espontáneos; Aaric desafió todas las posibilidades. Él fue un bebé a término, contrario a lo que los doctores predijeron, sus signos vitales fueron normales durante su nacimiento. “¡Es un bebé grande!” exclamó el doctor que realizó la cesárea. Lo vimos crecer paso a paso, casi conteniendo la respiración, rezando para que nada saliera mal.
Aaric pronto comenzó a avanzar en su desarrollo. Sin embargo, cuando tenía un año, mi padre comentó que probablemente podría necesitar terapia de lenguaje. Lo descarté diciendo que era demasiado pronto para poder dar un diagnóstico; pero la verdad era que no tenía la fortaleza para enfrentar otro problema, ya estábamos agotados con todo lo que su hermana mayor estaba pasando. Anna fue una bebé prematura de 27 semanas, después de muchos días agotadores en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales fue diagnosticada con daño cerebral severo a los tres meses, y sufrió ataques epilépticos. Después de todos los tratamientos, nuestra hija de 9 años sigue batallando con su parálisis cerebral y discapacidad intelectual.
Siempre hay un límite para retrasar lo inevitable, así que hace seis meses llevamos de mala gana a Aaric para que tuviera su evaluación inicial; el trastorno de TDAH fue difícil de recibir. Batallamos para aceptarlo, pero aun así lo llevamos a terapia de lenguaje; en ese momento solamente tartamudeaba algunas palabras.
Hace algunos días reuní el valor para ir con Aaric al hospital y realizarle una completa y exhaustiva evaluación: autismo leve era lo que decían. A medida que avanzábamos por la evaluación me realizaban muchas preguntas, y para mi sorpresa, mi respuesta a la mayoría de las preguntas fue: “No podía hacerlo, pero ahora ya puede”.
¡Bendito sea Dios! Por el poder del Espíritu Santo que vive en él, todo es posible. Yo realmente creo que las oraciones y las bendiciones que le daba todos los días antes de ir a la escuela, hicieron la diferencia. El cambio fue tan radical que incluso comenzó a memorizar versículos de la Biblia; y lo hermoso de todo esto es que él los recita justo cuando los necesito. En efecto, la Palabra de Dios está viva y activa. Yo creo que su transformación continúa y cuando pienso que va lenta, Dios me sorprende haciendo que diga una nueva palabra.
En medio de las rabietas que hace y cuando parece que todo se desmorona, mi pequeña Aksha de tres años, simplemente viene y me da un beso y un abrazo, ella realmente sabe cómo confortar a mamá. Yo realmente creo que Dios intervendrá y sanará a nuestra hija mayor, Anna, ya que nada es imposible para Él. Los avances ya son visibles, la cantidad de veces que ha tenido ataques epilépticos ha disminuido significativamente.
En nuestra vida las cosas pueden no ser como las esperábamos, pero Dios nunca nos deja ni nos desampara. De la misma forma como el oxígeno es esencial pero no lo vemos, Dios siempre está presente, y nos da la vida que tanto necesitamos. Aferrémonos más a Él y no dudemos mientras caminamos en la oscuridad. Mi testimonio revela la verdad de qué tan hermoso, maravilloso y amoroso es Dios; y de cómo nos transforma para decir: “Antes era… pero ahora soy…”
Reshma Thomas is a wife and mother of four wonderful children. She finds great joy in doing little works for Jesus, and making known his merciful love revealed through her life-experiences. She lives with her family in Kerala, India.
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